martes, 17 de mayo de 2011

TRAVESÍA UTERINA




I
Todavía soy ciego y rojo. Vengo de dos seres que se aman y que unieron su amor en mí. Ahora mezclo colores prenatales. Poco a poco me despliego, como un ejército de células vivientes.
Ella me condensa, me trae dormido de unas nieblas pasadas. Soy ciego y rojo y voy por el cauce del Ángel de la Sangre. Voy por la caverna que alimenta la piel y lentamente la dilata. Porque ha llegado el gobernador amniótico de este vientre. Porque vine a conocer la urgencia de ser sólo uno, estar incompleto y además, descubrir poco a poco los lazos que me unen con el Padre Cosmos.
II
No existe la memoria. Tampoco las ruinas de un santuario para que yo sepa qué fue exactamente este flotar en mi burbuja. No existen todavía máscaras ni espejos. De tan prematuro soy indivisible. Tengo los primeros latidos y por eso carezco de dobles. Hablo un lenguaje de agua y ojos que se entreabren en este mar de lilas azules. Gravito las tormentas de sangre y no sé nada de las capas que me cubren como al núcleo de un huevo. Tampoco sé cantar y presiento que hay músicas felices en estas paredes de carne en las que escribo mi nombre. De mi ombligo parte una raíz que va hacia el pasado y al futuro. Un túnel o un puente por donde pasaré como un tren de fotografías vivientes.
III
Planeta Madre, respiro las acuarelas de tu océano. Te llevaré una carta con el rostro de mis antepasados. Harás que la historia se revele ante mis ojos dormidos. Montaré cigüeñas para arribar al sendero de la vida y ser tu hijo. Después fabricaré el sonido de mi silencio y los cuerpos de mis metamorfosis. Seré hombre para penetrar otra tierra bañada en sangre. Y me tendré por mujer para gestar de jazmines mi histeria tormentosa.

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