jueves, 5 de mayo de 2011

LA ESTRELLA VAMPIRA

Luz sangrienta.
Intrépido goteo lumínico.
Colmillos que se abren en el cosmos.
Estrella Vampira, has nacido en la Galaxia Madre. Todos los astros fueron transformados por tus colmillos. Y nadie, pero nadie pudo acercarse a verte en ese momento.
Tu cuerpo desaparece y desciende hacia el infierno. Allí hay hombres que se quejan, dan gritos y vomitan al verte. El diablo, con su cabellera emplumada domina tus impulsos y te duerme.
Millones de años atrás estuviste en mi mesa. Dentro de una botella vacía rebotabas y viniste a mi encuentro. Fue hermosa mi infección. Allí, en el instante glorioso de tu mordisco en mi cuello, me hiciste saber que ya existían millones de astros vampiros. Galaxias que se devoraban las unas a las otras.
Enterraron al difunto en la cripta, para que luego abra los desorbitados ojos y devore a una muchacha y partiste hacia otro mundo. Luego absorbiste sangre de carroña humana en un cementerio. Pero volviste por un amor que te dio la muerte.
Un día, se te ocurrió amar a una estrella blanca. Ella tenía la luz más pura de todo el universo. Su pureza provenía de la mirada de un dios de agua y néctar que transmitía solamente serenidad. Las gigantescas moscas interestelares predecían tu triunfo. Pero todos los planetas acudieron en su ayuda. Le dieron asilo en un castillo tirado por caballos espaciales que arrastraban cascabeles de oro. Por último el cosmos arrojó de su seno miles de crucifijos siderales que giraban a toda velocidad. Ellos llegaron junto con tu muerte, que al entrar en tu cuerpo desintegraron tus rayos y tus colmillos, que se evaporaron y partieron hacia otra muerte.

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