jueves, 5 de mayo de 2011

EL VAMPIRO

Las mujeres me atemorizaban solamente con su belleza. Ninguna dijo que me quería con el brillo de sus ojos. Lentamente se encendió el comienzo de una vasta noche. Una noche solitaria en la que yo fumaba placeres en bares y prostíbulos creyéndome un hombre. Hasta que en una extraña madrugada de regreso, aparecieron enormes pompas de sangre. Cuando estas burbujas reventaron, nacieron de ellas hermosos vampiros.
Conocí a uno de camisa blanca y largos cabellos rubios. No dudé en ofrecerle mi blanco cuello. Cada vez que venía a buscarme lo sentía rebotar en mi ventana y colarse como niebla a mi cuarto, mientras de mi boca, crecían largos colmillos, envuelto en mi capa negra. Con violentos mordiscos, bebíamos la esencia púrpura de la vida. Aquella que tiene el encanto helado de la muerte.
Ahora soy un vampiro que no necesita de un ataúd. Accedo a la claridad por medio de un hechizo. El sol no me daña, ni la cruz me detiene y además puedo rezar en las iglesias. A plena luz del día camino exhibiendo mis largas uñas pintadas de negro y mis colmillos de marfil. Un reloj de talle muy fino me dice donde debo estar y aparecer. Y cuando decido amar a una muchacha, dejo al dormido de capa negra que soy, lo beso en los labios y me pierdo lejos... donde él no me ve pero me habla.

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