martes, 10 de mayo de 2011

RELIANA

a Melania Lorena Araya
En una tierra distinta, llena de atardeceres y mañanas que iluminaban bosques rojizos y castillos encantados, existía una muchacha que lloraba lágrimas gigantescas. Esas lágrimas eran del tamaño del vientre de una madre y dentro de ellas se podían ver ciudades, universos, animales salvajes, niños, relojes de mundos lejanos. Ese mundo, en el cual ella vivía, era mágico y resplandeciente. Sus ríos y sus mares se alimentaban de las lágrimas que ella misma lloraba. Todo ser viviente latía gracias a su tristeza. Los peces, las aves que revoloteaban en la orilla de los ríos, los ciervos y muchas fieras formaban un ecosistema lleno de armonía.
La muchacha tenía el cabello lacio y se lo peinaba todas las mañanas. Vivía sola en ese reino, pues no conocía a ningún ser humano. Sus ojos eran verdes y parecían dos piedras preciosas. Sus labios finos y alargados, sus sonrisas blancas e inocentes. En la piel tenía pecas rosadas. Se vestía con túnicas rosadas que ocultaban su cuerpo, dulce y suave. Solamente conocía los lugares en los que podía nadar. Corría por playas frescas llenas de algas y caracoles dorados. Cuando quería hablar lo hacía con los árboles y las flores del bosque, que le contestaban todo lo que ella preguntaba deseosa e impaciente del misterio de su mundo.
Cierto día, apareció un jinete vestido con armaduras y pieles negras. Ella lo miró y fue feliz. El muchacho suavemente fue calmando su llanto y cuando ella lo miró a los ojos gestó en su mente la ilusión más hermosa de su vida. Poco a poco comenzó a enamorarse de ese joven que comprendía todos sus mundos envueltos en lágrimas.
Al cabo de un tiempo se besaron en un puente de piedra, observando el río diáfano, cristalino. Reliana fue feliz para siempre, dejó de llorar las lágrimas que alimentaban al río y a los mares de su reino encantado y todo tornó en caos y miseria. Los campos verdes se secaron y el bosque rojizo fue muriendo lentamente. Ya no había más lluvias, pues todo se había alimentado de las lágrimas de la tristeza de Reliana.
Pero aunque su mundo se convirtió en tinieblas y nuevos seres siniestros y aberrantes empezaron a poblar una tierra árida y oscura, el amor que nació de la unión de Reliana y el jinete negro, fue más fuerte que ese mundo de terror donde la luz no penetraba.

No hay comentarios:

Publicar un comentario