jueves, 5 de mayo de 2011

LA MUERTE

I
Está la muerte sonando en mi guitarra. Pronto va a salir de sus cuerdas e irá a sentarse en una mesa con sólo un rostro, para mirarme tocar sus arpegios en mis manos. No vino de negro ni tampoco es una calavera. Es hermosa... miren como besa mis labios con su sangre de niña. Dice que me llevará muy lejos de este mundo. Quizás tenga una vida distinta. Si es así, que mi muerte sea la inconciencia. Tenebrosa la inconciencia que uno cree ver en el grillo o en la nada de las cosas. Pero que me no suceda. Que parta hacia la inexistencia con mi guitarra y que no quede nada en pie de mí. Ni en esta tierra ni en ninguna parte. Tampoco en un universo paralelo. Nada de mí y todo para la agonía, de quien estoy ahora enamorado.
II
Soñé la muerte blanca. La hermosa. La que canta en mi guitarra escondida atrás de arreglos invisibles. Y ahora soy bello, perfecto en la nada perfecta. Insertado en la no-conciencia atemporal de los espejos y del frío de las aguas. La nada, como la vida, es grandiosa. Fluye sin necesidad de ser, de sentir y luego vuelve a poblarse. El caos se nutre de tinieblas como el espejo que espera ser empañado. Oh, glaciares, oh frío de mi cuerpo. Por favor hagan que retorne más humano, más feliz de lo que he sido. Destruyan por favor mi cuerpo, despójenlo de todo egoísmo y luego tráiganme hacia una nueva vida. No exijo un mundo perfecto. No pido nada especial. Pido alguien a quien amar y una sonrisa dibujada en mi llegada. Una sonrisa como un puente de vibraciones astrales, para poder nacer otra vez.

No hay comentarios:

Publicar un comentario