lunes, 16 de mayo de 2011

SOLILOQUIOS PERLADOS

a Darío Alejandro Perez y Marcela Almirón y a sus hijas
Sentado sobre una montaña nevada del planeta Nártivis 32yz, miro la noche estrellada. Y sobre ella a mis amigos que pasan volando con sus trajes de emperadores. Algunos van en carruajes mágicos tirados por caballos de oro y platino. Otros pasan hechos de diamante azul, con sus esposas mirando hacia una luna de cristal. Y mis amores y todas las prostitutas que besé en mis días terrestres vuelan en línea recta como reinas de un mar violeta que flota en el espacio.
Una sensación de paz me envuelve al ver las rocas esmeralda, al sentir el aire que pasa por mis arrugas. Pero yo he quedado solo (en mi reino tengo un trono de soledad mágica). Allí vivo con extraños animales. Algunos son gatos enormes o reptiles de ocho patas. Hay una mujer de piel ámbar impregnada en aceites que brilla entre telarañas y ojos enormes. La he encerrado en un cuarto para hacerla enfermar de amor por mí. Pero ni siquiera recuerdo el tiempo que estuve enamorado.
Levanto mi cara para saludar a otros reyes y reinas que pasan con sus historias de cascabeles sonoros. Algunos sueltan estrellas de colores difíciles de descifrar. Otros van forrados en metal dorado. La noche se hace de agua transparente. Debo emprender vuelo mañana para pasar por el planeta de mi Princeprosty con mi reptil predilecto. Es un colosal lagarto blanco que remonta los cielos llevando mi palacio por el cosmos. Ella sabrá interpretar mis soliloquios perlados. Mis días en la tierra siempre fueron psicodélicos. Nunca quise recordar sus tristezas amargas, ni su soledad que en mí es de hierro.

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