jueves, 5 de mayo de 2011

He llegado desde el cielo, soy el dios Orúsilis. Vengo a decir mi verdad. Sólo el amor puede salvar los infiernos en los que he habitado. El amor que se filtra como agua en las paredes del alma. El amor que resucita al mundo de su enfermedad y también que rescata a los condenados al purgatorio, en el que me dedicaba a curar el llanto de los condenados por Dios.
Mi voz es color cálido. Dulce como una golondrina. Mi aspecto el de un ángel con garras de cóndor en sus alas. Tengo la piel morena y mis músculos son capaces de amasar montañas. En mi reino los tiempos se mezclan, los ángeles del demonio me temen y las llamas del fuego no me queman.
Randhelz el Espía erigió un mundo imaginario donde todo podía suceder. Sin saberlo peleó contra los límites de esta realidad. Su virtud consistió en crear un lugar fantástico donde todo podía pasar. Sus historias no son las cotidianas, ni las que pintan al hombre tal como es.
Quizás Randhelz hubiese dicho esto al morir: “Sientan en su interior lo que consideran amor verdadero, sientan la sed verdadera. No cieguen sus ojos con falsos ideales. ¿Han tenido más tarjetas de créditos que amores? ¿Qué han hecho de sus vidas sedientas del cántaro que llena el mar abismal de sus almas? De todas formas, Dios escribirá sus destinos y lo que sientan estará grabado en sus mentes desde lo innato. Ustedes saben cual es el destino que los atrae”.
Y ahora que los tengo a todos en mi mano, resumidos como microscópicos duendes que acarician mi alma, bajo el telón de este libro. Enviaré a mis aliados para que curen sus almas y los rescaten del terror cotidiano. Ellos sembrarán en sus mentes “El Día de la Pureza”.

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