martes, 17 de mayo de 2011

© Néstor Morosetti
Morosetti, Néstor Hugo
    Constelaciones anómalas : los escritos de Randhelz, el espía. - 1a. ed. - Buenos Aires : el autor, 2011.
    E-Book.

    ISBN 978-987-33-0571-9         

    1. Literatura Argentina. I. Título.
    CDD A860






Fecha de catalogación: 02/05/2011


el Espía










CONSTELACIONES ANÓMALAS









(Los escritos de Randhelz el Espía)













Néstor Morosetti


PRÓLOGO (Por Sofía Landsman)

Néstor Morosetti nació el 2 de septiembre de 1965 en la capital de Buenos Aires. A los dieciséis años escribió su primer poema titulado “Gusanos en el mundo”. Desde 1990 hasta 1996 publicó cuentos de ciencia ficción en la revista La Buraco, dirigida por Rafael Sanchez y participó como periodista en la revista Arte Oeste. En agosto de 2000, Ediciones del Dock publicó su libro “El Esquizonauta”. Al año siguiente Ediciones Carena (Barcelona) edita varios poemas de su autoría en la antología “Poemas y relatos desde el sur”. En noviembre de 2002 publicó su segundo libro, “Protometálico”. También realizó colaboraciones para la revista digital Destiempos, Decir del Agua, Artgerust, la revista electrónica Malabia, el boletín mensual de Kieran Mclaren y la página digital de Ana Lindner. En los párrafos siguientes Sofía Landsman nos ofrece un análisis de este libro.
Constelaciones Anómalas, es una nueva obra de Néstor Morosetti. En ella nos abre las puertas hacia un enigmático universo. De la mano del personaje Randhelz el Espía nos invita a experimentar todos los misterios de un cosmos lleno de extrañezas, maravillas, naturalezas que atrapan a los entes que allí habitan y crecen sin asombro; todo es posible en la dimensión que sobrevolamos con la narrativa delirante y fantasiosa del autor, con la irracionalidad extrema que provoca por momentos terror, deseos, pasiones, todo se supera y se transforma en lo más ilógico que la mente humana pueda imaginar. Como Morosetti lo menciona en esta frase tan elocuente: “Me permito soñar porque un hombre sin sueños no sería más que la infinita arena, sin serpientes ni escorpiones”
Mundos mágicos, constelaciones y tormentas de sangre, palabra muy repetida por el autor, como así también, los relojes, los espejos, imágenes presentes que demarcan un juego con lo atemporal, lo infinito, lo perdido y lo anhelado.
Néstor Morosetti crea a la perfección cada detalle de esta panorámica surrealista, irreversible, violenta, sexual y erótica, lo ambiguo siempre presente, lo humano y lo no humano, los objetos fundiéndose como fluidos y el hombre y la mujer indefinidos, hasta robóticamente funcionales, fronteras que se esfuman y no delimitan un solo esquema; naturaleza poderosa que puede más que un dios.
En cada una de las puertas que el lector traspasa, percibe una literatura inspiradora que le roba y al mismo tiempo y al mismo tiempo le proporciona la esperanza, ni siquiera ella es definitoria, va y viene, se pierde y se gana, muere y resucita en cada acción, como la soledad y el amor, la muerte y la vida que enfrentadas se juegan en este libro más allá de la locura y la conciencia. El pesimismo, la melancolía, la falta de fe y una mente poderosa que lucha por sobrevivir en ese espacio que todo lo aprisiona, hasta nosotros como lectores nos arrebata lúdicamente hasta lo inhóspito de este cosmos personal.
Constelaciones Anómalas, una invitación de alto vuelo imposible de evitar. Quién puede negarse a ser muchos seres al mismo tiempo, a descubrir fantásticos estadios de infiernos y paraísos. Todo está aquí, en cada espacio narrativo, donde al final el oxígeno de un estilo poético vuelve para acariciar al lector con cierta calma aparente.

Sofía Landsman
a mi ahijada Camila, Niña Mariposa del aire encantado.






















































Y también dicen: “Es imposible que el hombre viva y respire bajo el agua”.
Esa era su gran queja
(Y también me echaron en cara esto, dijeron)
“De cualquier modo sabes muy bien que eso estaría más allá de la voluntad de Dios.
Y la gracia del Rey”.
(La gracia del Rey).
(1983... En un tritón debería convertirme).

Jimi Hendrix.



























Conocí a Randhelz el Espía cuando era niño. Su nariz era recta y delicada. Tenía los labios finos, el pelo rubio y largo, los pómulos marcados, ojos celestes como dos mares pequeños. Algunos decían que era budista, otros lo consideraban un intelectual, quizás se equivocaban. Pero su prestigio en el ambiente de las “Anomalías” superó los límites de la imaginación.
Yo pensaba que estaba loco, hablaba de puertas que contenían extraños laberintos, habitaciones en las que había todo tipo de mundos insólitos e irracionales. Me dijo que desde niño veía en su cuarto siete estrellas pequeñitas que ascendían en la noche. Dicha visión quizás terminó por enloquecer a Randhelz, que a veces se aparecía en mis sueños vistiendo harapos, profiriendo calamidades para el cosmos y la humanidad. Hasta su risa sarcástica me perturbaba.
Pero también fue una persona inteligente y sensible. Me compraba golosinas, ayudaba a mi madre con dinero y siempre se compadecía de los humildes. Luego Randhelz Tlizdal (ese era su nombre completo) murió, aunque antes de fallecer dijo que partiría hacia un mundo paralelo; algo que yo no creí.
Al morir dejó unos escritos insólitos que yo traté de interpretar inútilmente. Por una extraña razón decidí incluirlos en este libro, abundante en delirios y fantasías cósmicas. Dejo al lector la libre interpretación de estas Constelaciones y espero que pueda abrirse paso en estos laberintos llenos de amor, locura y muerte.

LAS MISIONES DE RANDHELZ, EL ESPÍA


1) Llover celeste en la memoria del Reino del Cristal.
2) Incrustar relojes en los pétalos de las flores.
3) Romper en dos a la chica amarilla.
4) Beber jugos Júpiter´s.
5) Nadar en los ojos verdes de Andrómeda.
6) Florecer en un invierno oscuro.
7) Mirar las habitaciones blancas del Hada Negra.
8) Pegar un beso de su amada en los rayos del sol.
9) Hacer las mediciones de los sentimientos de Nartivia Azulada.


Esas eran las misiones de Randhelz el Espía. Cosas realmente irracionales e inverosímiles como “incrustar relojes en los pétalos de las flores” o “nadar en los ojos verdes de Andrómeda”. Al menos eso pienso yo, que ahora he crecido y soy un hombre dedicado a la ciencia y nunca creí en dios. Pero vuelvo a lo que opino sobre Randhelz, digo yo: ¿cómo un hombre puede romper en dos a una chica amarilla o nadar en los ojos verdes de Andrómeda? Es algo totalmente irracional, algo que no entra en mi cabeza. Quizás sea poético, pero no lo acepto en absoluto.
Tal vez esté equivocado y esas puertas realmente existan. Muchos profesores dicen que puede existir vida en un átomo.
Recuerdo que cuando era niño imaginé un mundo hipotético en los ojos de un gato. Su cuerpo estaba siempre sentado en la puerta, mirándome como una esfinge egipcia. Lo contemplaba y me parecía ver una incandescencia en sus ojos. Podría ser cierto y además tener un sustento como para formular varias hipótesis científicas. Pero realmente no lo creo, aunque existe la teoría de los universos paralelos formulada por el físico estadounidense Hugh Everett.
Abriremos la Puerta I que es la Constelación Microscópica. Randhelz dijo que la observó dentro un grano de arena y no creo que el poder visual de Randhelz, supere al de cualquier humano.










Puerta I











La Constelación Microscópica














SUEÑO DE ARENA
Me permito soñar porque un hombre sin sueños no sería más que la infinita arena, sin serpientes ni escorpiones.


DIBUJO EN TUS OJOS
PALABRAS A UN ESPEJO


En tus ojos rebeldes
hay semillas de esperanzas,
llueven incesantes del cielo
como si de ellas brotaran aves.
Se duermen las horas del día
mi vida las atrapa
y me voy haciendo noche
al abrir más y más mis ojos.


NIDO DE UN DESEO
PULSAR


Sos única, divina
en tu pecho anidan pájaros,
y ayer, al despertar en tu ventana
un plumaje incesante, me crecía.
El pulsar de una estrella
clavada en la noche,
dice más que una palabra
que un aullido o un estruendo.
No existen los hombres ni las mujeres sin sueños, en eso no estoy de acuerdo con Randhelz Tlizdal. Quizás escribió eso porque pensó que sus prosas poéticas eran elevadas. Tampoco los pájaros pueden llover ni las horas pueden dormir. Esas son meras abstracciones de la mente.
Pero recuerdo que una vez tuve que hacer monografías acerca de los sueños, y aunque me pareció estúpido decidí incluir al filósofo Zhuang Zi. Escribió lo siguiente: “He soñado que era una mariposa que volaba feliz de una a otra rama. Desperté y volví a ser el Zhuang Zi de todos los días. Sin embargo, no sé si era realmente Zhuang Zi que había soñado ser una mariposa, o una mariposa que estaba soñando ser Zhuang Zi”.
Para mí que ese chino deliraba. ¿Cómo puede un hombre sentirse mariposa? Gente que ha practicado yoga me ha hablado de la meditación y de los ejercicios mentales que practican con sus profesores, pero no, no es cierto; ningún ser humano puede sentirse mariposa.
Sé que Randhelz practicó control mental, él tomó de esos ejercicios mentales los textos que vendrán en la siguiente Constelación. Y aunque hay cosas que me parecen interesantes, insisto, que todo lo que escribió Randhelz no es normal.
Igualmente abriremos la Puerta II y exploraremos esos mundos mágicos.











Puerta II











La Constelación Eros













TRAVESÍA UTERINA




I
Todavía soy ciego y rojo. Vengo de dos seres que se aman y que unieron su amor en mí. Ahora mezclo colores prenatales. Poco a poco me despliego, como un ejército de células vivientes.
Ella me condensa, me trae dormido de unas nieblas pasadas. Soy ciego y rojo y voy por el cauce del Ángel de la Sangre. Voy por la caverna que alimenta la piel y lentamente la dilata. Porque ha llegado el gobernador amniótico de este vientre. Porque vine a conocer la urgencia de ser sólo uno, estar incompleto y además, descubrir poco a poco los lazos que me unen con el Padre Cosmos.
II
No existe la memoria. Tampoco las ruinas de un santuario para que yo sepa qué fue exactamente este flotar en mi burbuja. No existen todavía máscaras ni espejos. De tan prematuro soy indivisible. Tengo los primeros latidos y por eso carezco de dobles. Hablo un lenguaje de agua y ojos que se entreabren en este mar de lilas azules. Gravito las tormentas de sangre y no sé nada de las capas que me cubren como al núcleo de un huevo. Tampoco sé cantar y presiento que hay músicas felices en estas paredes de carne en las que escribo mi nombre. De mi ombligo parte una raíz que va hacia el pasado y al futuro. Un túnel o un puente por donde pasaré como un tren de fotografías vivientes.
III
Planeta Madre, respiro las acuarelas de tu océano. Te llevaré una carta con el rostro de mis antepasados. Harás que la historia se revele ante mis ojos dormidos. Montaré cigüeñas para arribar al sendero de la vida y ser tu hijo. Después fabricaré el sonido de mi silencio y los cuerpos de mis metamorfosis. Seré hombre para penetrar otra tierra bañada en sangre. Y me tendré por mujer para gestar de jazmines mi histeria tormentosa.

MI MADRE Y MI PADRE

Mi padre es un maniquí de acrílico transparente, lleno de agua y peces de colores. Tiene los dedos hechos de pan y miel plateada. Lo guardo en una caja de madera vieja, pero otras veces lo saco a pasear con su paso torpe. En su cara, donde se refleja el cielo con sus nubes de algodón y azúcar, hay algas color dorado que se adhieren a sus ojos. Algunos dicen que murió, otros alegan que mi progenitor se transformó en un maniquí por ser un haragán.
En cambio mi madre es movediza. Su cabellera está llena de tentáculos de pulpo. Pero el viento la devuelve siempre a su estado hermoso. Nunca pudo dormir, ni sabe lo que es soñar. Sus piernas van de aquí para allá separadas de su cuerpo en la mitad de sus caderas, a las que les brotan alas de golondrina.
El día y la noche la dividen en dos. Las estaciones la multiplican en cuatro personas diferentes. Su organismo flota en el aire con rostro de pez. Con sus manos amasa niños que se pierden por los laberintos de la casa. En vez de senos tiene dos frutillas gigantes. Ella transporta a papá por las habitaciones, que a su paso, se hacen transparentes. Discute con él, pero el pobre no puede escucharla.
Mientras tanto los miro con rostro de niño. Perdido en los laberintos de la casa junto a otros chicos. O convirtiéndome en el espejo que los refleja iluminados.

TODO EL ROCÍO ENTRE MIS DEDOS

a Victoria Aylen Simón, a Alexia Naara Simón y a sus padres.
Sostengo todo el rocío entre mis dedos, mientras camino llevándolo a pasear por un monte lleno de eucaliptus. Los duendes vuelan a mi alrededor, aparecen en lugares distintos. La tierra se siente celosa, quiere elevarse con su zigzagueo nocturno y los gnomos que están vestidos de agua.
Hay un demonio petrificado con un solo cuerno en la frente que quiere partirme en dos con su poder. Pero mis pequeños amigos le tiran con frutillas hechizadas. Lo desmayan con palabras llenas de lucecitas y alelíes.
La magia del verano quiere ver las numerosas gotas sostenidas por mis manos. Pero yo puedo hacer a la llovizna invisible cuando lo deseo. Eso me lo enseñaron los fetos interestelares, que danzan contentos debajo de las constelaciones, zonas luminosas.
Una niña intenta aprender cómo hacer este juego maravilloso. Bajo a las gotas, las suspendo de manera horizontal sobre su cabeza. Ella sonríe, se le erizan los cabellos.
La luna, hecha de arcilla, espera el momento en que amanezca. El amanecer asoma con lentitud, bosteza. Junto con las liebres escapo hacia las madrigueras a esperar la noche y sus maravillas ocultas, para saborearlas bajo las pléyades más brillantes.

LOS ÁRBOLES MUTANTES (PARTE 1)

En mi huerta sembré un diamante. Lo puse cerca de la vieja cueva de un topo, para que desarrolle sus raíces y sea un árbol majestuoso.
Un día soleado vi el primer brote de lo que pensé sería un trabajo inútil. Pero lo más sorprendente fue que el roble creció a toda velocidad. Rompió la tierra dura, fértil y le crecieron raíces que llegaron hasta la casa. De sus ramas brotaban zafiros que yo guardaba en un cofre.
Otro día sembré sus gemas. Con el tiempo, nació un extenso bosque de árboles que daban joyas de diferentes colores.
Sucedía algo extraño cuando mis manos arrugadas las cortaban de los brotes. Cada vez que intentaba cortar una piedra transparente, veía dentro de ella a una mujer. Podía percibir que estaba asustada, por el viento que sacudía fuertemente las ramas frondosas y sus hojas.
Al observar ese mineral, éste cayó al suelo y se hizo trizas. Hallé a la mujer parada frente a mí. En su larga cabellera florecían piedras preciosas que me encandilaron con su brillo esmeralda.
La muchacha derramó una lágrima que se deslizó hasta las raíces y se convirtió en una perla. Observé su rostro afligido, aquella expresión melancólica quería decirme algo.
El bosque había desaparecido.

LOS ÁRBOLES MUTANTES (PARTE 2)

La ventana estaba abierta, una ráfaga de aire me dio un susto. Me asomé, en la rama de un árbol había crecido una pequeña máquina de medir el tiempo. Era un despertador color amarillo oro, con tres campanillas. Sin dudarlo lo sembré una tarde en la huerta.
Al poco tiempo un frondoso ciprés lleno de relojes despertadores sonaban alternándose entre si. Crecían de diferentes colores y tamaños. Sus diseños variaban de acuerdo a las ramas en las que brotaron esos objetos.
Fenómenos parecidos comenzaron a suceder con las aves que se posaban en sus copas. En el medio de sus alas llevaban cronómetros incrustados. Una noche observé a una lechuza dar vuelta su cara de péndulo temporal que iluminaba. Siempre encontraba animales a los que les había pasado lo mismo. Después de disecarlos los ponía en un modular.
Lo mismo empezó a ocurrir con las margaritas y las rosas. Ellas dejaban crecer en sus pétalos aquel tic-tac. Deduje que un hombre extraño era el responsable de dichas anomalías.
Llegó el día en que me creció un despertador en la palma de la mano. Tomé un cuchillo, lo extirpé frente al espejo. Para mi sorpresa mi rostro no era el mío, era el de un bello reloj suizo.

LOS ÁRBOLES MUTANTES (PARTE 3)

A menudo brotaban de un álamo enormes huevos de colores. Arranqué uno, al descascararlo descubrí en su interior a un bebé que empezó a llorar. Como yo no había tenido hijos en mi matrimonio, me dediqué a darles mi amor de madre. Pero pronto el árbol había descascarado a los demás huevos, los niños colgaban de las ramas. Uno cayó en mis brazos, sonrió. Decidí criar a todos los chicos que el árbol me había dado, pero fue imposible dado que al año siguiente el mismo dio más huevos y más criaturas. Por precaución los hice examinar a todos en un hospital. Eran normales y no tenían enfermedad alguna.
Cuando comíamos, la piel de los chicos se ponía brillante. Yo también aprendí a hacerlo. Ese hecho produjo abundante leche en mis mamas.
Una mañana de estar luminosa amamantando a los bebés, se presentó en casa un científico. Tuvo la impertinencia de decirme que teníamos que derribar el árbol y los chiquillos, debían ser llevados a un orfanato.
Sentí calor en los senos y me desnudé. De los pezones humeantes salieron disparadas dos balas que mataron al señor. Luego lo ametrallé, mis senos tenían la punta de dos ametralladoras.
Al morir, el hombre comenzó a comprimirse hasta que convirtió su cuerpo en diamante, luego en reloj y por último, en un bebé envuelto en un azul penetrante.

lunes, 16 de mayo de 2011

© Néstor Morosetti
Morosetti, Néstor Hugo
    Constelaciones anómalas : los escritos de Randhelz, el espía. - 1a. ed. - Buenos Aires : el autor, 2011.
    E-Book.

    ISBN 978-987-33-0571-9         

    1. Literatura Argentina. I. Título.
    CDD A860





Fecha de catalogación: 02/05/2011


ISABEL

a Daniella García
Llegó el día en que Isabel debía morir. Ella lo esperaba ansiosa. También su cuerpo, del cual florecieron rosas salvajes color rojo y blanco. Cuando cesó de respirar, las pestañas de sus ojos se llenaron de pétalos y emprendieron vuelo. Toda ella brotaba de si misma. La ventana se abrió. Los insectos y los pájaros vinieron a posarse en las flores rosadas que crecían de sus hombros. La luz no se olvidó tampoco de su muerte. Cayó desmayada y amarilla sobre su cuerpo derramado en la alcoba; se había convertido en dos rosales que echaban profundas raíces en lo que quedaba de su estómago.
Apenas tenía una débil conciencia de que existía. Se llamaba a si misma Primavera. Pero no podía ver, reír, ni llorar.
El sol le hacía exhalar perfumes mágicos y la savia de sus brotes era oro puro. Se enredaba en los tallos de los árboles y amamantaba con sus flores a las mariposas. Sus raíces conversaban con lo profundo de la tierra y los animales subterráneos. La lluvia se encargaba de regar hojas y ramas.
Hasta que un día de ella brotó una flor diferente a las demás flores. Era blanca, completamente pura. En su corola vivía una niña de rizos amarillos vestida de blanco. Pronto la niña fue una adolescente que arrastraba sus raíces por el jardín.
La muchacha se las cortó con una tijera y partió hacia un destino asombroso. Aunque no lo sabía se llamaba Isabel y el día en que debía morir estaba cerca.

EL ARRIADOR DE MONTAÑAS

El rebaño de montañas nos seguía a mí y a los perros pastores. Los cerros se desplazaban haciendo crecer plantas con ubres de vaca. Yo iba cabalgando sobre el monte más alto. Desde allí miraba moverse al rebaño montañoso como si fuera un ejército de gusanos gigantes.
Una medianoche soñé que las alturas me aprisionaban entre dos piedras enormes que avanzaban. Pero eso no sucede. Las cumbres son mansas como las ovejas, tienen algún cariño especial hacia nosotros. Lo peligroso es cuando se produce alguna pelea entre ellas. Mi hermano Carlos estuvo cerca de morir en esos colosales combates.
Cuando estamos por llegar a alguna ciudad, detengo la marcha, conduzco pedazos de cordilleras hacia el océano. Vamos formando islas que se desplazan hacia el punto cardinal que yo elijo. Los peñascos se entretienen formando con sus rocas figuras de familiares queridos, construyen grandes paisajes en los que impregnan mi semblante de niño.
En la noche nos detenemos en algún lugar. Las montañas parecen dormir, tener sueños que desconozco. Pero cuando llega el amanecer despiertan. Algunas gimen, otras bostezan. Espero que hayan tenido un sueño manso como los que tienen siempre. Como los que yo tengo cuando duermo sobre ellas.

EL ROSAL

Un rosal está por dar a luz. Sus rosas dilatan y contraen sus pétalos. Los insectos miran ansiosos el acontecimiento en el jardín. Luego de unas cuantas contracciones, de las flores nacen hombrecitos, blancos, alados, que remontan vuelo. Esos seres invaden las casas en búsqueda de reflejos perdidos en las ventanas. Pero su juego principal consiste en desaparecer y aparecer en las cabelleras de los niños y las niñas.
La planta comienza a girar a toda velocidad, a despedir mujercitas. Las da ya de todos los colores y tamaños. Algunas quedan derretidas sobre las ramas de un árbol, paradas arriba de algún mueble viejo. Pero se vuelven a condensar en el centro de las cajitas musicales.
Por uno de los tallos espinosos asciende un enorme bulto. Una flor está haciendo una gran fuerza. Del centro de su corola aparece la cabeza de una alondra, pronto despliega sus alas sobre el vegetal. Para proyectar arco iris de su plumaje. Para ser parecida a un dios que crea espejismos sobre un mundo descarnado.

PLANETA DÍA

Toda mi vida he partido pedazos de mi ser. Cada momento, cada instante de mi existencia fabriqué pompas de jabón, que se agigantaban hasta ser planetas que mis recuerdos habitaban.
Cada hora que viví es una constelación de amigos, rostros, gestos, calles que se engloban como un asteroide que parte de mi boca.
Igual que este “hoy” que soplo de esta lluvia de labios y flota con mi imagen, que mira sus diferentes estados y se contempla no tal cual es, sino como la estructura de su mente lo capta.
Soy un suceso de días y noches que forman una vida. Un presente de felicidad que aproximo, en el que aspiro el perfume de mis seres amados. Los de mis ídolos, mis dioses que se unen con sus fuerzas para proyectarme hacia el futuro. Ellos me dijeron que todo es importante. Nada ni nadie es ahora digno de mi desprecio.
Si como todos he nacido de padre y madre no hago diferencias por color, edad o posición social. Todo tiene una razón de ser, como este día que exhalo libre de odio en un meteoro que se transforma en un reloj esférico, al que pinto de un color azul para invitar a las almas a despertar su universo. Aquel mundo interno en el cual vivimos y que pocos osan explorar.
Sólo la pureza de un niño puede soplar una burbuja hasta convertirla en un planeta de amor.

VIAJE POR EL UNIVERSO

Montados sobre un color amarillo nos estrellamos contra el cristal del horizonte. En la carrera destruimos el espacio oscuro, las noches tormentosas. Con nuestras manos hacemos sangrar al universo, incrustamos lanzas enormes en el corazón de las estrellas hasta asesinarlas. Luego, hervimos lo que queda de su luz en un planeta lejano, para convertirlas en lluvia de meteoros. Partimos haciendo equilibrio en el eco de nuestras voces hacia otra galaxia. Me aferro fuerte a tus pies y nos ondulamos por el espacio, hasta convertirnos en dos remolinos luminosos. Sentados sobre una luna distinta construyo una casa con las fibras de tu pelo. La recubro del material de tu cuerpo y coloco la transparencia de tu alma en las ventanas. En ellas quedamos abrazados dentro de un millón de años luz de besos y caricias.
El soplido de un sol nos hace partir hacia un planeta que tiene un mar lleno de pequeños astros. El alba nos espera con una cama flotando en sus aguas. Un hipocampo besa nuestras sábanas, mientras que varias constelaciones nadan bajo las profundidades.
Los tentáculos de una esfera brillante se acercan, salpican nuestro cuerpo con los colores de una ciudad futura. Somos devorados por un abismo marino. En él nos desintegramos para ser los dos un pensamiento líquido.

GOTA DE ROCÍO

a mi esposa Alejandra, Rosa Vermelha de los puentes aéreos.
Sumergí una noche de mi vida en una gota de rocío. Podía ver la llegada flameante de sus estrellas y oler su magnífico perfume, sus formas de revestidas sustancias voluptuosas. El atardecer comenzó con una mujer que llegó desde el horizonte espumoso.
Un unicornio me prometió encontrar al amor de mi vida, al amor que yo siempre había deseado. Dijo que sería hermosa como un racimo de perlas, tan dulce y suave como la piel de un durazno. Agregó que iba a ser especial, que bailaríamos en el puente de nuestras lenguas unidas para llegar al beso.
Entonces cruzamos arco iris plateados, sombreados por el azúcar negra y las nubes de mi corazón palpitante. Nos doramos en fragancias y encontré a mi alma gemela, desnuda entre las rosas. Juntos éramos dos gaviotas encantadas por el vuelo. Me enamoré de su voz, de su ternura y los diamantes de su cabellera nos reflejaron en otras dimensiones, en otra lluvia de espacio.
Esa noche quedó atrapada en la gota de rocío, que ahora está en una flor, la flor que da su perfume de palpitante voz seductora.
Ayer me permití tener un momento de estupidez. Fui a dar una cátedra sobre electrotecnia en la Facultad de Ingeniería. Al terminar, vi que dos profesores entraban al baño. Me acerqué y observé que chupaban un papel con sus lenguas. Sentí miedo y a la vez curiosidad, pregunté tímidamente “¿Qué están haciendo?” Respondieron que tomaban ácido lisérgico. Sin darme cuenta cometí un acto involuntario: me acerqué a ellos precipitadamente, les arrebaté el papel con el dibujo de un buda y le pasé la lengua. “¿Quiere, profesor?” preguntaron. Contesté que sí, me tragué el papel y después de unos minutos comencé a escuchar que sus voces rebotaban en mi cuerpo.
Salimos. El sol parecía chorrear su luz en mi traje. Las narices de los que pasaban se veían torcidas, a su vez percibí en mis piernas electricidad (lo que hacía que tuviera que contener mis ganas de saltar).
Después corrí espantado por las calles y tomé un taxi hasta casa. Al entrar al departamento sentí un coro de mujeres que llegaba desde la oscuridad.
Encendí todas las luces, revisé uno por uno los cuartos, pero no había nadie. De repente, contemplé a Randhelz que entró por las aberturas de la cortina de mi cuarto. Pero en un instante desapareció. Sin darme cuenta había tomado en mis manos los escritos de Randhelz el Espía. Comencé a leerlos a partir de la Puerta IV. Pensé que estaba loco porque ahora los comprendía. Los efectos del ácido comenzaron a disminuir y volví a la realidad.










Puerta III











La Constelación Apolo














EL AMARILLANTE

a Hernán Agustín Galiano y a Juan Pablo Peralta.
Mi vida es amarilla, completamente amarilla. Tiene el encanto sublime de una constelación en los suaves crepúsculos de mi nacimiento. El sabor ácido de la Señorita Color Limón, sus sonrisas que exhalan mariposas. No tiene el terror del negro, ni la agresividad del rojo, tampoco la tranquilidad del blanco.
Diría que al nacer yo amarillaba. Yo nací para ser el amarillo con todos sus defectos y virtudes. Y si era amigo de alguien lo cubría de ese color. Lo amaba y perturbaba al mismo tiempo. Le descubría millones de virtudes pero terminaba sacando a relucir sus partes más vulnerables. Eso me dio más fama de amarillo entre los amarillos y fui condenado a brillar en cavernosas soledades, para alumbrar mundos que inventé con el pensamiento.
Pero el amarillo es fuerte. Nace del reflujo del sol en las mareas. Nace del sonido del fuego al incendiar la hojarasca y del pecho de los marinos.
Yo tenía para beber amarillos de las luminarias de la noche. Y mi único deseo era ser fiel a mí mismo. Soñarme en la sensualidad de las piernas de una bailarina ácida, que me llevaba en su camino hacia la alucinación dorada.
Y amarillé la vida nacido del vientre de los soles. Amarillé mis noches con satélites brillantes, lluvias espejadas. Amarillé mi vida como si ella fuera un susurro amarillo. Para amarillar los días, las horas, la respiración, como fiel amarillante.

"L" LUNÁTICA

“Pasen a las ciudades del sol. Pasen a sus habitaciones y escuchen la música de la Reina Dorada”
Ella sobrevuela las ciudades de nuestro Astro Padre. Aquí nadie es derretido por su calor. Él navega hacia la galaxia líquida.
Océanos y ríos circulan por el espacio y nos esperan con sus aguas estrelladas.
Mientras tanto:
“L” Lunática vive loca de alegría junto a mí, en los departamentos del sol.
“L” Lunática es la única hechicera de mi alma. Es especial, capaz de arrancarme un beso tan profundo como los intrépidos mares de sus estados alterados.
“L” Lunática, bebe conmigo jugos Júpiter´s.
“L” Lunática, escribe tu historia en mi espalda.
“L” Lunática, lloveremos juntos en memoria del Reino del Cristal
Por las ventanas solares pasa un enjambre de libélulas, “L” Lunática bebe brillos de sus alas. Junto a un mar intergaláctico ella besa los cielos desde la habitación. No hay medianoche ni mediodía. No hay tierra firme, todo vuela y a veces somos lobos.
“L” Lunática acaricia una rosa, mientras todo se vuelve oscuro cuando el sol duerme.
“Pasen a las habitaciones del sol. Pasen a las habitaciones del sol”

 

REPETICIÓN DE LOS MUNDOS

La reina puso esa mañana dos huevos. Uno era azul, brillante, contenía nueve esferas de distintos colores que componían entre si la fórmula de la vida. El otro era rojo, opaco, tenía un feto de príncipe por fruto.
Dicen que cuando el huevo azul explotó se formó un mundo nuevo que el príncipe modeló con sus manos a medida que crecía. De las esferas nacieron universos que eran distribuidos por el inmenso poder de sus pequeñas manos. Incluso la emperatriz, la mañana y los dos huevos eran una parte imperceptible de lo que su reinado organizaba.
Hoy el príncipe hace que todos los días se repita la mañana en que la reina puso los dos huevos. Nace, organiza los cosmos y vuelve a renacer con su piel suave, su vestimenta de seda violeta.
La emperatriz nace niña y muere vieja al instante, consumida entre las luces geométricas de un verano, que el príncipe eligió como su cosmogonía.
La mañana queda fija, calurosa, para que en un cuarto la reina sienta deseos de parir, como las moscas.

ÁNGEL

a Rubén Edgardo Guaymás
En tus ojos vive un ángel. Un ángel que vuela por la ciudad con sus senos desnudos. El fuego no lo quema y su voz profunda se vuelve líquido de mágicos perfumes. Tiene el tatuaje de Dios en su espalda.
Ángel, por favor rescátame.
Ángel, llévame a tus reinos celestiales.
Ángel, rompamos en dos a la chica amarilla.
Y él dijo descendiendo de ti sobre una lágrima que resbaló por tu mejilla: “Te llevaré a conocer todos los universos que existen. Serás un explorador del cosmos que se mueve delante de tu mirada”.
En tus ojos vive un ángel. Un ángel enamorado de la expresión de tus rasgos. A veces explora los túneles acuáticos del océano que mi voz fabrica al hablar.
A veces me lleva sobre sus alas para sentir desde el cielo la tristeza helada de tu alma diamante.

ELLA ELÉCTRICA

Todos los días ella nace de la luz rojiza de la lámpara. Sus senos tienen millones de circuitos luminosos. Se da un baño despidiendo chispas de sus ojos.
Yo acaricio su cabello artificial que por la noche se incendia. Conectada a mi computadora habla sola. Su piel rosada siente escalofríos cuando llega al orgasmo. Luego de hacer el amor se activan los motores de su espalda y emprende vuelo.
Me ha dicho que le gustaría llamarse a sí misma Lémora y cuando eso sucede se pone mucho más bonita.
Toco un control de su módem y luego de que se desmaya la devuelvo a su estado eléctrico. Duerme en una caja de cristal llena de agua conectada a sueños que la disuelven. Y cuando se disuelve espero que nazca otra vez de la luz de la lámpara. Nace para acariciarme dándome besos electrificados en la espalda. Su útero exhala peces, caracoles. Se dilata, se contrae como si estuviera gesticulando. Entonces la dejo instalada en ese sueño de hablar con su vagina.
Al despertar me busca para que la copule. Su pubis dice en ese momento que me ama, que sin mí no podría vivir. Cuando la penetro grita, grita tan fuerte que hasta las sombras se despiertan. Luego, queda satisfecha.
Su boca se abre en un beso de voltios plateados.

LA MUCHACHITA PÚRPURA

a Melania Lorena Araya
La Muchachita Púrpura está sentada en el fondo de mis ojos. Sale a mirar la vida apoyando sus brazos sobre los balcones de mis pestañas. Se viste con mi sangre y cuando lloro patina sobre mis mejillas.
Casi siempre está leyendo el libro de los sentimientos. Si lee: “Esta tarde estoy triste” revisa cada uno de mis recuerdos, hasta que pone el que me molesta en lo profundo de mi memoria para que no lo recuerde. Pero a veces le gusta hacer travesuras.
Ella ha descubierto mi deseo de suicidarme y se entretiene insertándome ansias de muerte. Por momentos me encuentro frente al espejo suplicándole a mi propia imagen no existir, mientras escucho cómo la Muchachita Púrpura se mata de risa dentro de mis pupilas.
Ha llegado la hora de adormecerla. Me pongo unas gotas en los ojos y ella se desmaya.
Cuando despierta, un tanto mareada, le digo que si vuelve a perturbarme con sus diabluras me arrancaré los ojos y no verá más el mundo.
Se tira al piso y se retuerce de la bronca, dando puñetazos y patadas en mi retina. Luego, un tanto mareada, vuelve a leer el libro. Lo analiza y en los jardines de mi espíritu florecen alelíes. Cuando eso sucede es cuando más la extraño. Miro mis pupilas y si no la veo lloro.
La Muchachita Púrpura es como un recuerdo que a veces explota en mis ojos.