martes, 10 de mayo de 2011

Tengo miedo. Ustedes que están del otro lado del papel, ayudenmé. Randhelz me habla por radio y no paro de delirar los jazmines.
Sufro, deliro y después existo.
Hay partes del día que quedan incrustadas en mi piel. Pedazos de recuerdos que forman en mi cuerpo cientos de escamas y rugosidades de diversos colores.
Estoy llorando.
La indiferencia del mundo me desespera. Pienso en ella y se pone a caminar delante de mí, como una vieja avispa que deja en mis manos la marca de sus aguijones.
No me miren, estoy loco.
Randhelz tuvo fuerzas para no enloquecer al traspasar las puertas que se abrieron. Yo no.
Espero la noche para tenerla comprimida en mis manos. Quizás, cuando llegue el amanecer, me quede una estrella.

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