jueves, 12 de mayo de 2011

Los que hayan seguido hasta aquí pueden pensar que yo estoy completamente loco, y no se equivocan mi locura es total. A veces despierto en el cuarto del asilo, amarrado a la cama y con mi vista trato de observar el rostro de Randhelz, que sonríe desde la inmensidad del espacio como una voz en la fuga cósmica.
Él desea por todos los medios que lo siga por los pasillos y las habitaciones del psiquiátrico. Me encanta seguir a El Espía y ver como sus cabellos largos y rizados derraman estrellas pequeñas, parecidas a la brillantina.
No quiero tomar los tranquilizantes. La enfermera me los pone en la boca y después los escupo. Lo mejor es saberse enfermo, diferente, con la conciencia demolida por el paso de los años y la llegada de la Madre Alienación.
Mi sombra y los salidos de los retratos nos persiguen. Nosotros escapamos corriendo por los jardines y las flores.
Hace tiempo que permanezco en silencio. Disfrutando de mis alucinaciones y percibiendo un aroma a mujer, que se acerca desde las burbujas mágicas de la luz. Cuando eso sucede abro las páginas de este libro en “La Constelación Afrodita” para recordar el perfume de las mujeres. Sus bocas de hadas se emborrachan con vino y whisky hasta quedar totalmente desquiciadas.
Las mujeres que aparecerán en “La Constelación Afrodita” menstruarán mundos, soles de sus vientres, otras estarán pintadas de un color amarillo limón. Los invito a relajarse en ese mundo de paz y armonía.

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