martes, 17 de mayo de 2011

LOS ÁRBOLES MUTANTES (PARTE 1)

En mi huerta sembré un diamante. Lo puse cerca de la vieja cueva de un topo, para que desarrolle sus raíces y sea un árbol majestuoso.
Un día soleado vi el primer brote de lo que pensé sería un trabajo inútil. Pero lo más sorprendente fue que el roble creció a toda velocidad. Rompió la tierra dura, fértil y le crecieron raíces que llegaron hasta la casa. De sus ramas brotaban zafiros que yo guardaba en un cofre.
Otro día sembré sus gemas. Con el tiempo, nació un extenso bosque de árboles que daban joyas de diferentes colores.
Sucedía algo extraño cuando mis manos arrugadas las cortaban de los brotes. Cada vez que intentaba cortar una piedra transparente, veía dentro de ella a una mujer. Podía percibir que estaba asustada, por el viento que sacudía fuertemente las ramas frondosas y sus hojas.
Al observar ese mineral, éste cayó al suelo y se hizo trizas. Hallé a la mujer parada frente a mí. En su larga cabellera florecían piedras preciosas que me encandilaron con su brillo esmeralda.
La muchacha derramó una lágrima que se deslizó hasta las raíces y se convirtió en una perla. Observé su rostro afligido, aquella expresión melancólica quería decirme algo.
El bosque había desaparecido.

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