lunes, 16 de mayo de 2011

COCCIÓN DEL DÍA MONSTRUO

Hoy tuve que digerir un día monstruo. En una sartén puse a freír sus horas tormentosas de la mañana.
El día tenía miles de ojos, gritos que cortaban en dos la hoja filosa del silencio. Sus piernas estaban llenas de uñas rojas, escamas. En el pecho tenía tanto vello que parecía un bosque de ratas, gnomos rabiosos. Por suerte pude con la mitad del día y al atardecer la otra parte de la criatura miraba desde el horno con su cabeza calva, sus afilados dientes. Sentía miedo, pero no podía saber quién de los dos era el más aterrado, si el día espectro que masticaba en mi boca o las criaturas aberrantes que él exhibía.
Noté que yo
lo tragaba
como si
estuviese
acostumbrado
a vivir en
Lo SSSSSiniestro.
Noté que todos los días son días espectrales, que cada mañana al levantarme tengo que estar preparado para enfrentarlos sea como sea.
Noté que mi barriga
se inflamaba
por la cantidad
de terror
que aspiro diariamente.
Noté que últimamente no puedo creer en la caridad de dios.
Todo esto lo pensaba cuando hacía la digestión del monstruoso día. Y masticaba junto con él a mi propia persona, a mi propia crueldad cotidiana.

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